En los reconocimientos médicos para obtener o renovar el permiso de conducir, la primera exploración que se realiza al conductor es la agudeza visual, y en concreto la lejana. Una buena agudeza visual permite observar con precisión los estímulos visuales del entorno vial.
La normativa autoriza a conducir con una agudeza visual binocular de 0,5 (con o sin corrección); no obstante, se debe explicar al conductor que debe conducir con la mejor visión que pueda conseguir, y si logra una visión superior al 0,5 con gafas o lentes de contacto, aunque no esté obligado, es imprescindible que las utilice. Además, en malas condiciones de iluminación (de noche o con poca visibilidad), la agudeza visual se reduce, y es necesario contar con una adecuada sensibilidad al contraste –habilidad para identificar un objeto y separarlo del fondo en el que se encuentra (señales de tráfico, peatones, vehículos)–. Cuando la sensibilidad al contraste se altera hay que evitar la conducción del anochecer al amanecer.
DESLUMBRADOS.
El porcentaje de personas con alteraciones en la visión nocturna ha aumentado debido al envejecimiento general de la población. El deslumbramiento (pérdida de visión de corta duración, de 3 a 5 segundos, tras la exposición a una luz más intensa que la iluminación general) y la discapacidad que produce, cuando el tiempo para recuperar de nuevo su visión se alarga, aumenta con la edad, incluso con ojos sanos. Y se incrementa más en personas con cataratas y es más frecuente en operados de cirugía refractiva.
Los deslumbramientos se producen fundamentalmente de noche y muchos conductores evitan conducir de noche reduciendo su riesgo vial.
La legislación no aborda la visión cercana; sin embargo, es recomendable que quien precisa gafas de cerca utilice corrección con lentes progresivas que permiten ver de cerca y ‘leer’ la información que se recibe desde el tablero del coche (velocímetro, GPS...)
En cuanto al riesgo, más relevante que la agudeza visual es el campo visual que permite percibir la escena con amplitud. Algunas patologías (como retinopatías o degeneración macular) alteran el campo visual, impidiendo la conducción; pero, sin existir patología, otras circunstancias hacen perder campo visual, como algunos elementos de la estructura del vehículo. Para reducir su efecto se debe realizar un uso continuo de los retrovisores e incrementar los movimientos de rotación del cuello. Estas recomendaciones –también para los conductores con visión monocular– y explicar cómo se reduce el campo visual a medida que aumenta la velocidad ayudarán a quien padece patologías visuales a comprender la necesidad de viajar a menor velocidad.